No hay expresión que sea tan antigua como la joyería misma. La necesidad de decorar nuestro cuerpo, y diferenciarnos a través de ello, ha estado presente desde el origen de la cultura misma. Por un lado, ha estado la necesidad inmediata de vestirnos y protegernos a través de ello, y solo con el tiempo se ha convertido en un elemento de creatividad. Sin embargo, la joyería nunca ha tenido esta necesidad práctica como lo ha sido la ropa, pero su existencia a través del tiempo y en todas las sociedades nos habla de la importancia que tiene como elemento en nuestras vidas. Muestra ciertas necesidades intangibles, y muy humanas: la de dar significados e identificarnos.
Hay pocos objetos en los que depositamos tanta emoción como las joyas. Las joyas dan vida a un sentimiento cercano: una celebración, un logro, una unión, una persona o momento importante. Su naturaleza es emotiva y atemporal. Demuestran ser grandes acompañantes en el tiempo en la misma forma en que esperamos que lo haga nuestro amor y nuestros recuerdos.